sábado, 9 de febrero de 2008

ARGUMENTACIÓN DESARROLLADA


Universidad Pedagógica Experimental Libertador
Instituto Pedagógico de Caracas
Subprogramas de Especialización y Maestría en Lectura y Escritura
Curso: Fundamentos Pedagógicos de la Lectura y Escritura
Profesora: Angélica Silva
Período Académico: 2007 - II


Nombre y Apellido: Donibeth Mosquera
Sección: 3001


La escritura como proceso de construcción en la escuela
(Texto de Opinión)



El aprendizaje del niño se ve marcado desde su primera infancia por el dominio que posea de la lengua oral, pues el lenguaje según Fraca de Barrera (1997) “viene a ser el instrumento por medio del cual informamos o manifestamos deseos o sentimientos” (p.58). Esta capacidad para comunicarse con los que le rodean es fundamental para su óptimo desarrollo. Transcurrido el tiempo de ese primer aprendizaje natural de la lengua oral entra en escena el aprendizaje de la lengua escrita, porque según la autora nos explica, “en las sociedades alfabetizadas el lenguaje emplea el sistema de escritura o lengua escrita como medio de intercambio social”. Por esa razón, la escritura desempeña un rol fundamental en la formación académica del individuo. Primeramente, existe un acercamiento informal - natural del niño a la escritura, porque el niño quiere “escribir”, quiere garabatear sus ideas, quiere expresarse por medio de la escritura. El niño se siente orgulloso de sus producciones y la muestra a los adultos significativos que le rodean para ganar su aprobación. Luego, con la educación formalizada en la escuela, el niño deja de concebir la escritura como el medio de expresión libre y natural para convertirse en una exigencia; el alumno debe aprender a escribir y además debe hacerlo según las reglas de la escritura; por ello, este proceso cada vez se va haciendo más complejo. Poco a poco, al pasar el niño de grado en grado, pareciera que se va perdiendo su deseo inicial por escribir y se convierte cualquier actividad de escritura en una obligación que debe cumplir para ser exitoso; pero ¿puede el docente conducir el proceso de enseñanza y aprendizaje de tal forma que la escritura sea apreciada y valorada por el niño?, ¿cómo puede hacerlo el docente?, ¿qué debe conocer el docente, qué postura psicológica, pedagógica y lingüística debería asumir en el aula? Para dar respuesta a estas interrogantes te invito a continuar la lectura de esta argumentación y descubrir que sí se puede cambiar la concepción que tenemos los docentes actualmente sobre la enseñanza de la lengua escrita.

En primer lugar, conviene ver al individuo desde la perspectiva del cognoscitivismo, en el cual “el aprendizaje se realiza mediante la relación de diversos aspectos registrados en la memoria, independientemente que hayan ocurrido en tiempos y espacios distintos, pueden hacerse converger para producir un nuevo conocimiento producto de la razón, y de la lógica” (Documento en línea). Aunado a lo anterior, la autora Fraca de Barrera L., precisa que según la psicología cognoscitiva “la lengua escrita implica el procesamiento de datos sensoriales y de procesos guiados por la base previa al conocimiento” (p.70). Desde esta perspectiva, el aprendizaje se concibe como un proceso de desarrollo de nuevas ideas o modificación de las antiguas puesto que se produce un cambio persistente en los conocimientos, capacidades, actitudes, valores y creencias. En tal sentido, es preciso tomar en consideración la manera particular de cada alumno para aprender y de acuerdo con ella, evaluar cómo el conocimiento es llevado paso a paso, para lograr que el alumno de una respuesta y se produzca un aprendizaje acorde con los fines señalados por el docente; en este caso se pretende promover un aprendizaje significativo de la lengua escrita.

En segundo lugar, se debe ver al alumno como un ser social que está inmerso en una cultura que le define como individuo y en una cultura, que influye directamente sobre su proceso de aprendizaje. De acuerdo con Vigotsky ese contexto social será “un entorno determinante y determinado, en continua transformación activa por el sujeto en una relación estrecha, bilateral, continua y dialécticamente interactiva” (Documento en línea). Por lo tanto, es necesario, comprender el rol del docente en ese proceso. Siguiendo a Vigotsky (citado en Fraca de B. 1997) el docente es un “mediador”, es un agente de la cultura, “que fomenta un proceso de interacción entre el alumno y el texto escrito y de los usos que dicho texto tiene dentro de esa comunidad” (p.69). Es decir, que el docente utilice la escritura partiendo de las vivencias del niño en su ambiente, tomando en consideración su experiencia, y que a su vez el niño pueda aportar sus ideas en beneficio de su entorno cultural y social, es la verdadera esencia de las actividades de lectura y escritura y la misión del maestro enseñarlas.

En tercer lugar, tomar en consideración la noción de la naturaleza psicosociolingüística de la escritura según lo explica Fraca de Barrera L., (1997), es de vital importancia para seguir un modelo didáctico de la enseñanza de la lengua escrita (LE) en el aula. Por consiguiente, según la autora en LE existe una naturaleza psicológica porque la escritura permite al individuo manifestar sus sentimientos y emociones; la LE es social, porque aprendiendo a escribir los individuos interactúan con otros miembros y además se promueve el “desarrollo y evolución de las sociedades”. Por último, la noción lingüística de la LE se observa al comprender que ésta forma parte de un sistema de códigos más complejo engranado en la facultad humana del lenguaje.

Considerando los fundamentos teóricos señalados, se puede decir que los niños de la Primera Etapa de Educación Básica, son capaces de producir textos escritos acordes a su nivel educativo, siempre y cuando el docente no olvide que su función es y será conocer a los niños y buscar estrategias que le permitan conducir la ardua, pero interesante labor de incentivar en ellos la necesidad de poner de manifiesto sus ideas y opiniones de forma escrita. En relación a ello, nunca se ha dicho que la labor de enseñar sea fácil, y cuando se trata de la escritura debemos estar consientes de su complejidad. En tal sentido, debemos entender la enseñanza de la escritura desde el enfoque psicolingüístico, como “un acto psicosociolingüístico de producción que utiliza el código gráfico para simbolizar significados en un texto considerando los objetivos del escritor, la intención y la situación comunicativa” (Fraca de Barrera L. 1997). De modo que, no será imposible que enseñemos a nuestros niños a escribir acerca de lo que han experimentado en sus cortas vidas. Al hacer esto, debemos tener por seguro que no sólo estamos enseñando a escribir, sino que la escritura está trascendiendo a un nivel personal.

Por consiguiente, y retomando algunas ideas anteriores, la escritura es una herramienta que el docente puede emplear en el aula de clases, para que el niño comprenda que lo que se escribe tiene relevancia tanto para sí mismo como para los diversos lectores a los cuales llegue el texto. A modo de ejemplo, puedo señalar que en el aula que dirijo solicité a los niños de un tercer grado, hacer una investigación sobre la calidad de la comida que se consumía diariamente en la cantina escolar. De acuerdo a un contenido dado en clase previamente sobre los valores nutritivos de los alimentos, los niños, en un primer momento, pensaron y formularon preguntas que realizarían a los vendedores. Estas preguntas fueron discutidas en forma grupal para evitar la repetición con el propósito de que cada niño pudiera buscar información relevante. Luego al entrevistar a los vendedores cada alumno tuvo la necesidad de escribir los resultados de dicha entrevista. Al final se discutieron los resultados mediante la lectura por parte de cada niño sobre lo obtenido y a partir de sus opiniones y los conocimientos impartidos en clase, los mismos niños pudieron determinar la calidad de los alimentos y proponer mejoras para la cantina. Todas esas recomendaciones fueron llevadas a los encargados de proporcionar cada día los alimentos a los niños y a los docentes de la institución.

Del ejemplo anterior podemos obtener algunos datos relevantes para esta argumentación. La primera de ellas es que la escritura no está desligada de su contexto social y cultural, sino que los pequeños problemas del entorno social pueden ser atendidos desde un punto de vista académico, para que la escritura forme parte integral y primordial del ser. Segundo, hacer sentir al alumno que lo que él plasme en una hoja es importante no sólo para la maestra, sino también fuera del contexto escolar, es lograr que el alumno aprecie y valore lo que escribe. Por esa razón, nuestro rol docente debe estar orientado a forjar “usuarios de la escritura” término que la autora Lerner, D. (1994) explica como aquellas “personas que sepan comunicarse por escrito con los demás y consigo mismos” (p.33).

Continuando en el hilo conductor de las teorías anteriormente expuestas, considero importante que los docentes reflexionemos sobre nuestro quehacer pedagógico. Es inminente que nos acerquemos paulatinamente a la verdadera importancia de la lengua escrita, la cual radica en que ella es un conocimiento necesario para la vida. Por lo tanto, la escuela no debería sólo producir alumnos capaces de transcribir textos, sino alumnos que sean hábiles en ir más allá del conocimiento, y aprovechar su propia realidad social y lo que el niño almacene en su memoria para producir un conocimiento que se afiance en el ser, en sus necesidades e intereses personales y en su realidad, tal como lo platea el cognoscitivismo.

Por otra parte, se puede decir que muchas son las dudas y temores que enfrentamos actualmente los docentes al oponernos a actividades que a simple vista no “corrigen” la escritura del niño, pero nuestra labor debe estar orientada a permitir que el alumno se apropie de la lengua escrita de una manera significativa y que aprenda a usarla en pro de su beneficio y crecimiento como individuo, no simplemente a conocer la forma correcta de hacerlo, lo cual es importante y no hay duda de ello, pero no es lo único importante como pretende enseñarlo la escuela tradicionalista. Es necesario que justo hoy, en este instante, cada uno de nosotros decidamos ser verdaderos “mediadores” del conocimiento tal como lo expresa Vigostky; justamente hoy es importante que nos despojemos de esos temores y nos adentremos en esa ardua pero interesante labor que es enseñar y que nuestro interés sea que el niño llegue a ser un pensador crítico, que valore la escritura como medio de expresión como la herramienta que le permite trasmitir sus opiniones, pensamientos e ideas, y que tal vez en la primaria sean sólo preocupaciones propias de su edad, más no sabemos si estamos educando al escritor por excelencia del mañana.

Por último, te invito a ti lector apropiarte de lo antes expuesto, del planteamiento de la autora Fraca de Barrera L., al considerar que la naturaleza de la escritura es de carácter psicosociolingüística, y que este proceso debe estar orientado en esas tres vertientes principales, puesto que el alumno posee sentimientos o emociones que puede manifestar por medio de lo que escribe. Además, ese mismo alumno está inmerso en un contexto social que lo define como individuo y por consiguiente como escritor y lector. Por esa razón debemos considerar la escritura como un elemento que forma parte integradora de un sistema más complejo. Si reflexionamos sobre todas estas teorías y planteamientos, para proponer a nuestra mente y corazón estas verdades aquí señaladas, ten por seguro estimado colega que nuestra percepción de la enseñanza de la lengua escrita tendrá lugar dentro de un marco más significativo para el niño, porque ya no estaríamos pensando solamente en lo que debemos enseñar como docentes, sino en lo que el niño necesita aprender. Ese pensamiento motivador es el que necesita nuestra escuela, mejor aún es lo que merecen nuestros niños, Tengamos presente esta idea que siguiendo a Fraca de Barrera L., “…el código escrito continúa siendo la manera más económica, más duradera y menos traumática de preservar la memoria cultural, tecnológica, política de cualquier sociedad” (p. 203).

Referencias Bibliográficas

Barrera, L. (1999). En Puente (comp). Comprensión de la lectura y acción docente: Del sonido a la Grafía: texto oral y texto escrito.

Fraca de Barrera, L. (1998). De la naturaleza de la lengua escrita. Letras 54-55. Caracas: Instituto Pedagógico de Caracas.

Lerner R., Delia (1994). Capacitación en Servicio y Cambio en la Propuesta Didáctica Vigente. Lectura y Vida. Año 15. Nº. 3. Buenos Aires.

Consultado en diciembre 2008 en la World Wide Web: http://www.psicopedagogia.com/

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